Veshab… vértigo fuera de ruta

Magia… tras salir de Istaravshan como alma que lleva el diablo y maldiciendo a quien te lo recomendó, necesitas magia… pero no un poco, no… necesitas algo majestuoso, especial, único y brillante. Algo que te haga recuperar la fe en los tayikos y el buen humor en la ruta… y decides dirigirte a un lugar del que nunca has oído hablar, que has visto en un mapa y que sabes que está bastante aislado en las montañas… de esos rincones que tanto te gustan y con los que sueles acertar.

Así se cruza Veshab en tu camino… un pueblo con apenas 1000 habitantes, según nos dijeron, escalado en la roca y rodeado de precipicios al cual se accede por una carretera sin asfaltar transitada sólo por 4×4. Pinta bien…

Un coche con una familia tayika afincada en Moscú te lleva hasta Ayni por la carretera principal. En Ayni es dónde deberás buscar un 4×4 que te lleve hasta tu destino. No tardas en encontrarlo. 25Soms por cabeza en un taxi compartido. Y una ruta que no tiene precio en una compañía que te marcará para siempre…

Desfiladero tras desfiladero la carretera sigue el curso del rio. Serpentea caprichosa entre el valle bajando al nivel del agua en algunos tramos y subiendo a la cima en los siguientes. “En Primavera cuando el rio sube, nos quedamos aislados… y cuando nieva también”.

Dentro del coche preguntas por un homestay en el pueblo. Sabes que hay uno porque te lo habían dicho. Una mujer responde en ruso… que ella te acompaña. Al final te lleva a su casa… algo normal y que no te sorprende y eres allí recibido con todos los honores. Te dan de cenar.  Té, huevos y pan… todo un banquete en un lugar dónde la comida escasea y las mujeres cargan pilas de madera en la cabeza.

En el bar del pueblo solo tienen huevos también… allí duermen los visitantes que van de paso por las montañas… y la tienda, por llamarlo de alguna manera, no tiene ni pan. Pero no te hace falta… te ofrecen en la casa tanta comida como tienen.

Con solo 3 horas de electricidad, te invitan a ver la televisión con ellos pero el ruso no es tu fuerte y la conversación se hace complicada… mañana te espera un trozo hasta Dushanbe, así que te acuestas pronto.

Desayunas lo mismo que cenaste… más huevos, té y pan… y esta vez aparecen unos bombones en la bandeja con unas bolitas de azúcar. Parece que te has comido los huevos de toda la familia. Toca despedirse para seguir con la ruta y al ir a pagar… te dicen que no. Que eres su invitado y que no van a aceptar tu dinero. Creo sinceramente que es la vez que más me ha conmovido, abrumado, incomodado… no sabría describirlo pero nos hizo sentir tan pequeños, tan indignos de semejante hospitalidad. Yo no sé si sería capaz de llegar a ese nivel de generosidad. Y ahí, de pronto, la magia vuelve a tu vida… en un pueblo abrupto en medio de la nada, dónde parece que la naturaleza juega en contra de los hombres, la humanidad se crece y se hace enorme… Gracias. Es lo único que alcanzas a pronunciar durante la siguiente hora. Gracias.

Muchas Gracias Veshab. Gracias…

… y cuatro meses después, desde India, sigues dando las gracias. Gracias.