Khojand… en la Ruta de la Seda

Llegas a Khojand, la ciudad más representativa de la ruta de la seda que se encuentra hoy en día en Tayikistán. Si bien el país sigue reclamando para sí los enclaves de Samarcanda o Bukhara, es Khojand su mayor joya y por supuesto, la más explotada. Has visto fotos de su mezquita y su madraza por todas partes… es su mayor atractivo y verla después de haber recorrido la increíble Uzbekistán, es “peligroso” para tus sentidos… capacidad de sorpresa, recuerdas?

En Khojand te espera Khan, un avispado estudiante de finanzas a quien no le gusta estudiar, ni le gustan las finanzas pero quien te cuenta las visicitudes de la vida universitaria y en general de Tayikistán. Has de reconocer que no has leído mucho sobre el país, y lo que has leído, querían darle tanto bombo y protagonismo en contra de Uzbekistán, que taparon todas sus miserias e intentaron darle énfasis a sus pocas (aunque enormes) virtudes… Creo que será Doña Maru quien os cuente lo que aprendimos de Tayikistán en el mes que estuvimos allí, porque no tiene desperdicio.

Tu primer paseo lo harás por el parque Tanbyri, el lugar que más te gustó de la ciudad contra todo pronóstico y recomendación… resulta que no sólo es un paseo precioso de día y de noche, dónde los novios van a hacerse sus fotos de boda. Está ataviado con fuentes que se iluminan al caer el sol y tiene una enorme puerta de entrada que hace presagiar que lo que guarda es sin duda, algo precioso. Y es que son los jardines de la ciudadela dónde se instaló Alejandro Magno al llegar Khojand.

Una orquesta doble en el centro del parque, totalmente hecha en madera tallada y cuyas columnas te dejan boquiabierto. Solemne y descomunal, alberga los conciertos de las noches de verano y algunos eventos especiales de la ciudad.

Un poco más al fondo, un mausoleo muy sagrado y especial para los musulmanes… que está exquisitamente iluminado y preside el paseo del amor que concluye en la puerta central

Al final del parque, se esconde una antigua casa que era un lugar de enseñanza. El Khonagoh, dónde se estudiaba el Corán además de caligrafía, poesía, literatura, debates políticos y ciencias… está totalmente restaurada. Nos recuerda tanto a los palacios que vimos y disfrutamos en Uzbekistán que simplemente nos maravilla… y lo mejor de todo, es gratis!

No podía faltar un monumento a los caídos en la Segunda Guerra Mundial… parece que en el momento en el que te convertían en república soviética, te daban un pasaporte, una hoz, un martillo y un mechero para encender el fuego eterno de los caídos… monumentos hechos en serie sin gracia alguna, al más puro estilo soviético.

Por supuesto, hay un bazar que visitar… y el cual recorres como ya has hecho con todos los que has ido encontrando en tu viaje… en aquél momento ya no eras capaz de ver nada especial en él, aunque ahora, visto en el tiempo y la distancia, y escribiendo estas líneas desde la India, qué no darías por volver a un bazar de Asia Central… Como siempre, la amabilidad de sus gentes, el orden de sus productos y la belleza de sus colores hacen del paseo un momento inolvidable.

Y enfrente del bazar está la joya de la ciudad… esa que has visto una y otra vez en panfletos postales y pósters: el complejo de Sheikh Massal ad-Din. Un mausoleo que data del s.XII y que aún conserva algo del pórtico de antaño, un minaret del s.XIX y una mezquita nueva del s.XX que intenta camuflarse entre los restos históricos… Si bien la foto es bonita y la cúpula verde esmeralda brillante no deja indiferente a nadie, no puedes evitar compararlo con todo lo que ya has visto… y te parece un conjunto un tanto caótico y desordenado.

Un desorden que cuánto más lo miras, más gracioso te parece… y donde los niños rellenan los huecos con sus juegos y sus risas… uno más de esos sitios dónde la felicidad cubre todos los espacios. Así que vuelves a mirar y sí… es bonito, es algo que valía la pena visitar.