Mardin y Midyat… Bienvenidos a Mesopotamia

Con nostalgia y expectación llegamos a Mardin. Lo cierto es que sobre el este, poco habíamos encontrado en internet. Fue a base de hablar con gente que había vivido en la zona que fuimos diseñando la ruta. Así que no sabíamos qué nos esperaba exactamente en Mardin. Lo que sí sabíamos era quién: Kahar, uno de los tipos más avispados e inteligentes que nos hemos cruzado en este viaje. Joven empresario autodidacta con una ambición sin límites y una curiosidad sorprendente sobre la vida y todo aquello que le rodea. Viajante que alimenta su espíritu buscando siempre nuevas oportunidades.

Nada más llegar nos dimos cuenta de que la ciudad estaba de fiesta… Mardin, de mayoría kurda, celebraba la victoria del HDP. Las calles estaban engalonadas con los colores kurdos y banderolas del HDP, y la gente lucía sus mejores galas para ir a celebrarlo. En la plaza cerca de dónde vivía nuestro anfitrión, un escenario y un dj se estaban preparando para la gran fiesta. Así que eso es lo primero que hicimos en la ciudad tras dejar nuestras mochilas… irnos de fiesta con ellos! A bailar Halay (obvio) y disfrutar de la victoria, en un ambiente muy cargado de energía positiva y buenas vibraciones. Sólo dos camiones de policía armados con metralletas ensuciaban un poco la vista, como es habitual en esta región… pero por suerte para todos, esta vez, no les dio por matar a nadie. Algo demasiado típico en las celebraciones kurdas…

A la mañana siguiente descansamos… tras 4 días bañándonos con un barreño en una casa tan antigua, el lujo de un baño limpio, una ducha con agua caliente, un sofá e internet nos apalancó… nos costó muchísimo recordarnos a nosotros mismos que había toda una ciudad que descubrir. Salimos tarde, pero salimos. Y nos fuimos a descubrir el casco antiguo de Mardin con todos los monumentos que en él se esconden y que son patrimonio de la Unesco.

Recorriendo el casco antiguo

Dicen que Mardin, junto con Venecia y Jersualem, es una de las tres ciudades con arquitectura histórica mejor preservada del mundo. Que Mardin ha acogido a varias civilizaciones, con sus respectivas religiones, sectas, costumbre y tradiciones por más de 7000 años en la histórica ruta de la seda y el valle de la fértil Mesopotamia, y que es candidata a ser patrimonio de la Unesco, considerado un museo al aire libre.

Construida en terrazas con vistas a la llanura de Mesopotamia, el encanto de la ciudad es inegable… árido e inhóspito paisaje que poco o nada contrasta con el color terrizo de sus fachadas. Encontrar los monumentos entre el laberinto de calles empinadas que conforman el centro de Mardin es más propio de una Ginkana que de hacer turismo… un juego divertido que a veces desespera porque las calles en vez de nombres son números, muchas sin cartel y a cual más caótica y rocambolesca. Pero al final, creemos que encontramos todo lo que buscábamos… o eso nos pareció a nosotros. Lo primero que vimos fue la gran mezquita.

Ulu Camii

Al pasar de los meses, empiezan a parecernos todas iguales hasta que llegas a una mezquita como esta y cambias de opinión. Debido al desnivel del pueblo es curioso ver un minaret casi a ran de calle… obviamente, la mezquita está 3 calles más abajo, literalmente en este caso. Metida entre el bazar, escondida entre sus toldos, aparece una de las mezquitas más antiguas y sobrias que hay en Turquía. Es profunda, tanto que el aire te pesa cuando estás en el patio. Un patio rodeado por arcos como ya habíamos visto antes y con la fuente de abluciones en el centro. Una fuente preciosa pero distante. No sé si es el código de vestir escrito por todos sitios o la poca hospitalidad de sus feligreses, quizás que las mujeres, una vez más, tenían un edificio a parte, o que el Hasan, el llamador a la oración, estaba cantando desde debajo del minarete fuera de la mezquita… no sé qué fue de todo, pero esta vez, no quise entrar. No pude. Algo hizo que no me apeteciera descalzarme, cubrirme la cabeza y entrar en actitud sumisa… no tenía el día de cambiar principios por fotos bonitas. No me suele pasar, mi curiosidad siempre es más fuerte que sus normas pero, verme allí rodeada de mujeres con niqabs en aquella plaza tan sombría no me inspiró. Aun así, miré por las ventanas… no podía irme de allí sin ver lo que se escondía tras aquellas 3 puertas de doble hoja que daban al patio principal. “Una mezquita más” pensé… Por supuesto, contiene un pelo del a barba de Abraham… no iba a estar Mardin sin reliquias sagradas… ¿Me gustó? Es realmente especial y no me dejó indiferente, algo que ya es importante… el patio, la ubicación, la fuente… aunque si algo hay que destacar y fuimos a ver en más de una ocasión es el minarete.

Minaret de Día y de Noche

Las mujeres tienen prohibida la entrada en la mezquita y rezan en un edificio aparte

Seguimos caminando por el centro y empezamos a escuchar campanas… será una iglesia que esté abierta? Si algo nos pasa habitualmente es que todas las iglesias cristianas las encontramos siempre cerradas… y ojalá esta la hubiéramos encontrado cerrada también

Puerta de la iglesia de Santa Ana cerrada

Del racismo absoluto de la Kirklar Kilisesi

Llegamos a una iglesia que salía en la guía como algo que hay que visitar. La puerta estaba abierta. Habíamos pasado casi 2 horas buscándola así que nuestra alegría al verla abierta fue máxima. Al entrar, un hombre árabe, sirio, se acercó a nosotros. Nos habló en turco, al decirle que no hablábamos turco, inglés, se empezó a poner nervioso. No perdíamos la sonrisa y le dijimos que sólo necesitábamos 5 minutos para verla… había un grupo de gente en el patio, mujeres musulmanas y 2 hombres mayores tomando té, así que no creimos que molestáramos. Entonces, el joven se dirigió a gritos a uno de los hombres mayores quien nos preguntó, en turco, de dónde éramos. Al decirle que éramos de España, el hombre gritó “España? Out!” y tal cual… nos echó. Incrédulos con lo que estaba pasando, nos fuimos a buscar la oficina de turismo donde, al poner la queja, nos dijeron que mejor fuéramos a ver una iglesia de verdad que esa no lo era. Fue surrealista y dolorosa la situación, la verdad. No es que os tenga que pasar a vosotros si vais, pero id preparados por lo que pueda pasar. Que no os pille de sorpresa. Aun así, mientras nos echaban pude robar varias fotos que os dejo a continuación… está prohibido hacer fotos de la iglesia… ups!

Madrazas Sitti Radviyye y Zinciriye

Son varias las madrazas que hay en Mardin, debido a su ubicación estratégica en la frontera y a que fue el lugar de entrada del islam al país. Cuidadas, parcialmente apoyadas en la montaña y con vistas de vértigo, son visitas también obligadas cuando se pasea por la ciudad. Sólo pudimos entrar a una de ellas, a sus patios, pero donde se conserva la huella del profeta Mahoma.

Las piedras grabadas son un constante en la decoración de los edificios de Mardin, sean de la naturaleza que sea, pero no sería hasta Midyat dónde nos desvelarían el misterio.

Acabamos el día de paseos conociendo a un ingeniero forestal de Sinop que estaba de visita en la zona. Así que nos tomamos un çay juntos en uno de los cafés que hay en las azoteas de los edificios y que de noche tienen unas vistas espectaculares. Cenamos con Kahar y un amigo suyo y la noche se nos pasó volando entre charlas, historias y anécdotas varias del día… todo ello comiendo cerezas en una terraza impresionante de un hotel en dónde sólo estábamos nosotros… Lujo!

Deyrulzafaran Monastery

Si bien la logística para llegar hasta a él es complicada, vamos a intentar resumirla por si alguien quiere ir y le puede ser útil.

Desde el centro hay que tomar un bus hasta el final del pueblo, y allí estábamos a 4km del monasterio… cuesta arriba y con un sol de justicia. Así que hubo que levantar el pulgar y por suerte en menos de 5 minutos ya teníamos transporte.

La entrada al monasterio son 6TRL y la visita es guiada en turco. Y ahí el regalo del día… Un turista australiano que viajaba solo, llevaba su propio guía traductor y su propio chófer. El guía estuvo traduciendo toda la visita al inglés, lo que nos vino como llovido del cielo. Genial!

El monasterio fue un templo dedicado al dios Sol antes de convertirse al cristianismo. Actualmente son Cristianos ortodoxos, Asirios, fieles a la doctrina original de Jesús, que hablan y usan el arameo como lengua vehicular y realizan los mismos ritos y de la misma forma que lo hacían los primeros cristianos.

Hasta 1932, fue el lugar donde se encontraba el patriarcado, la cabeza suprema de su religión. Actualmente reside en Damasco. Dentro encontramos varios claustros, que cumplen la función de comunicar todas las salas entre sí. Alberga una escuela además de a los monjes residentes. En este viven pocos, unos 15. Está construido con piedra de la zona, y su aspecto actual data del s. XVIII. Ha estado en el centro de tantas guerras que es sorprendente que sobreviva a día de hoy.

Monje Asirio cristiano ortodoxo

En el monasterio cultivan azafrán, así que no podíamos irnos sin degustar con nuestros nuevos amigos australiano y turco una taza de çay de azafrán que estaba deliciosa (3TRL) y que es muy típica de la zona… después, nos invitaron a llevarnos hasta el pueblo de nuevo, a lo cual no pudimos negarnos.

El monasterio está tan bien cuidado y es tan bonito, que no nos podíamos creer que nunca hubiéramos oído hablar de él… y eso que este es pequeño comparado con el que descubriríamos después, en Midyat: el monasterio de Mor Gabriel.

Deyrulumur Monastery (Mor Gabriel)

Llegábamos a Midyat por la tarde y allí nos esperaban Tuba y su marido, una pareja de médicos que están destinados allí. No sabíamos lo increíble que serían los próximos 2 días. Ni siquiera teníamos previsto ir al principio, pero está muy cerca, a unos 40km y nos dijeron que nos iba a enamorar. Así que no lo dudamos y mucho menos al recibir el mensaje de Tuba… cogimos un dolmus y allí nos dirigimos.

Dado que el monasterio cerraba a las 16h y ellos salían de trabajar a esa hora, sabían que íbamos a llegar tarde y llamaron para pedir que mantuvieran el monasterio abierto por nosotros… sí sí, habéis leído bien. Como los conocen del hospital, lo hicieron sin dudarlo. También les informaron que éramos extranjeros, así que el guía tenía que hablar inglés… y ahí estábamos. Fuera de horario, solos los 4 y con un guía hablando en inglés. Soy incapaz de describir cuánto disfrutamos de la visita… ni de explicaros todas las sensaciones que tuve recorriendo semejante obra de arte. Fue tanto lo que aprendimos de su religión, cultura, historia, pasado y presente, arquitectura que no sabría por dónde empezar y si intentara explicároslo, desmerecería seguro todo lo que nos enseñaron.

Como detalles curiosos, nos explicaron que las piedras de la zona son muy blandas y eso permite los grabados tan espectaculares que se encuentran en las paredes, puertas y dinteles. San Gabriel, o Mor Gabriel como lo llaman ellos, está enterrado de pie en las catacumbas y la tierra que lo rodea se puede coger como reliquia. Dicen que cura y da suerte…

El Monasterio se autoabastece en verano gracias a sus cultivos, y los monjes asirios no comen carne… sólo pescado y verduras. Porque Jesús en la Biblia multiplicó los panes y los peces, y se rodeaba de pescadores, pero nunca comió carne. Dicen.

Es un internado para los niños de los pueblos de alrededor cuyos padres no tienen recursos para enviarles a la escuela. Acuden al colegio público turco y los fines de semana aprenden y estudian arameo, además de la religión cristiana. Una vez más, de forma ilegal porque en Turquía está prohibido enseñar ningún idioma que no sea el turco… O el inglés ahora… Pero nada de arameo, armenio, kurdo, griego…

Los monjes son mixtos! Hombres y mujeres, monjes y monjas, conviven juntos… cuando les decimos que en la religión católica los monjes están separados, se sorprenden y nos preguntan: “porqué? Es que acaso no se fían de su celibato?” No les gustan mucho los turistas, pero es una fuente de ingresos de la que no pueden prescindir.

Aquel mismo día fuimos a cenar a una aldea de asirios una pizza hecha a la leña… de lo mejor que hemos comido en Turquía, con perdón. Un pueblo cuidado al mínimo detalle, dónde se nota la abundancia de dinero y en dónde sólo los cristianos pueden vivir. “Se protegen mucho los unos a los otros, ningún musulmán puede vivir aquí”. Y no es de extrañar con lo cerca que viven de la frontera con Siria. Mirad el video de lo que fue la decoración de la carretera cuando íbamos para allí.

Evidentemente, los cristianos no llevan velos, comen cerdo, beben vino y aunque sus tradiciones no son bien vistas a ojos de los musulmanes, su posición económica privilegiada les garantiza cierta libertad de movimientos.

Os contaría muchísimo más sobre los asirios y sus costumbres, su realidad en Turquía, siendo minoría y todo lo que hemos aprendido, pero tampoco quiero aburriros ni es la intención de este blog ser una guía de viajes… pero sí os recomiendo que si tenéis tiempo, investiguéis un poco sobre ello, porque es tanto el misticismo que les rodea que acabareis enganchados como nosotros.

Después de cenar, fuimos a probar uno de los vinos asirios en un hotel… un vino con especies, un sabor a frutos secos y canela (un somelier estaría aquí hablado horas), todo acompañado de quesos y frutas frescas desde la terraza de un hotel de lujo con vistas a Midyat y en la genial compañía de nuestros anfitriones… Sencillamente, me encantó el vino… y ojalá pueda volver a probarlo en algún momento. Un final perfecto para un día increíble e inolvidable.

Tienda de vino asirio

Hasankief

De camino a Batman, nuestra siguiente parada, nos bajamos antes en Hasankeyf, un pueblo cuya riqueza histórica corre el riesgo de sucumbir bajo las aguas del río Tigris. Forma parte del plan GAP del gobierno, con la construcción de la represa de Ilsu, para llevar agua a la región del Este. Igual que Halfeti acabó sucumbiendo por el ensanchamiento del río, Hasankeyf está ya parcialmente sumergido y se cree que puede acabar totalmente cubierto por las aguas. La eterna lucha entre progreso y conservación histórica… pero si algo es cierto es que al este le faltaba agua… mucha agua. Lo mejor que tiene es el puente sobre el río Tigris, a 100 metros de altura, del s.XII, que sigue en pie a pesar de todas las guerras e invasiones.

También vale la pena pasear entre las cuevas, que recuerdan ligeramente a las cuevas de Capadocia. Las ruinas de las mezquitas y un antiguo palacio acaban la visita, que nos llevó aproximadamente unas 2 horas.