Amasya… arte en el desfiladero
Nos alejábamos del mar negro… atrás quedaban los largos paseos, las jornadas fotográficas y las tétricas prisiones descubiertas con entusiasmo. La brisa y los árboles daban paso a unas escarpadas montañas que, en algún momento, bañaban sus faldas en la costa del mar negro. Y allí, en un estrecho y angosto valle, a orillas del rio Yesil, nos encontramos con Amasya. Tierra de manzanas y a gran altitud a pesar de la cercanía con el mar, es un pueblo otomano, muy orgulloso de serlo, cuya orografía agreste y escarpada le infiere un aspecto casi de cuento de hadas. Sus casas, cuyos balcones desafían a la gravedad sobre el río, están restauradas y el blanco de sus fachadas contrasta con el color de la roca que se levanta tras de ellas.
Según Estrabón, debe su nombre a que se creía que era la región origen de las Amazonas… y poco ha cambiado desde entonces, pasando a ser Amasya con Y en el periodo turco. Pero lo mejor que tiene Amasya es su Historia.
Amasya es sin duda una ciudad fácil de defender gracias a la geografía que la rodea. Eso la hizo importante para varios reinos e imperios que colonizaron la zona. Fue la capital del reino de Pontos, durante casi 300 años a.C. y de esa época se conservan las tumbas que destacan orgullosas excavadas en la roca del desfiladero que da a la ciudad.
Durante el periodo otomano, era en Amasya dónde se formaba a los futuros sultanes… se les enviaba allí para aprender a gobernar. De ahí que su población local fuera muy diferente a la del resto del imperio.
Qué hacer en Amasya?
No hay mejor plan que pasear por la orilla del río. La abundante vegetación que la decora proporciona la sobra necesaria para soportar el calor del verano. Hay innumerables lugares para sentarse y disfrutar de las vistas, o comerse un helado. Unos molinos que parecen no girar por nadie salpican el lecho del río. No conseguimos averiguar qué hacían allí y si es que en algún momento tuvieron alguna función práctica.
Por el paseo se ha colocado una colección de estatuas de bronce en honor a todos los sultanes que ha habido en Amasya así como a personajes históricos de la época. Algunos bustos y otros de cuerpo entero. Coquetas flores y muy cuidadas jardineras decoran el paseo y dan color y vida a las estatuas, creando escenarios que hacen las delicias de cualquier aficionado a la fotografía.
Del radicalismo absurdo
Hacía una semanas leíamos la siguiente noticia en internet:
Al parecer la estatua no hizo gracia a los sectores más conservadores de la población de Amasya, y al poco tiempo de su instalación, la estatua amaneció rota… Al hijo del sultán, le rompieron el móvil y le quitaron la espada. La verdad es que a nosotros nos encantó la estatua, lástima que delincuentes hay en todas partes.
La leyenda de Ferhat y Sirin
Cuenta la leyenda que él era un hombre valiente, y el mejor ingeniero que había visto la región. Sirin era la hermana del sultán en Amasya. Como eran de clases sociales diferentes su amor era imposible. Aún así, él decidió llevar agua potable hasta la ciudad para demostrar su fe absoluta y su amor por Sirin. Excavó la roca y diseño el entramado de la ciudad que garantizaba el abastecimiento del agua dulce. Aún así, el sultán no aprobó su matrimonio y, según cuentan, la pareja tuvo un desenlace trágico y dramático.
Hoy la ciudad de Amasya les rinde homenaje con esta estatua situada al lado del puente.
Subir a las tumbas de los reyes de Pontos.
Otra de las cosas que se pueden hacer en Amasya es subir a visitar las tumbas de los reyes de Pontos. Poco se puede ver de ellas, ya que no se puede entrar dentro y los grabados que quedan en su exterior no son muy visibles. Aun así, el ascenso vale la pena sólo por las vistas de la ciudad desde la altura… es impresionante admirar la grandeza de Amasya desde allí (5TRL la entrada por subir).
Subir al Castillo
Aunque la subida es poco agradecida, la visita bien vale la pena. Las ruinas de la ciudadela de Amasya, del s.III a.C y testigo de infinidad de guerras, batallas y conquistas, os transportarán en el tiempo y compensarán con creces el ascenso hasta arriba.
De noche, al igual que el resto de la ciudad, el castillo lo iluminan con luces que van cambiando de color.
Visitar Amasya de noche
Y es que la adicción a los leds de colores de este país no podía dejar pasar la oportunidad de invadir también una ciudad como Amasya… todas sus casas otomanas en la ladera del río se iluminan por la noche de colores cambiantes pasando del azul al rojo, morado o naranja… a nosotros personalmente no nos gustó mucho la escena, ya que nos recordaba a uno de esos carteles de “Sauna” que se encuentran por Barcelona… pero los turcos adoran esas iluminaciones! Aun así, bien vale la pena darse una vuelta de noche, respirar el aire fresco y comentar, si más no, cómo cambia la ciudad drásticamente simplemente con unos leds.
La anécdota del viaje
Por segunda vez en nuestra ruta, nos cruzamos con un mitin del AK Party y con el presidente de Turquía… es increíble como la gente se amontonaba para escucharle, ataviad@s con sus mejores pañuelos y luciendo orgullosos las bolsitas que les daban con un bocadillo, una botella de agua y una banderita de Turquía… sí, sí, lo de dar comida gratis para atraer gente a los mitines no es un invento español. No queríamos ni acercarnos, nos parecía hasta peligroso, pero bendita casualidad, la oficina de autobús dónde teníamos que comprar el billete para el día siguiente estaba justo en la plaza donde se celebraba… así que no nos quedó otra que cruzar la plaza y esquivar banderas para llegar. Por la noche, vimos como el autocar del presidente se iba, escoltado por el ejército… unos 10 soldados armados con sus metralletas corrían a los lados del autocar… bastante peliculera la escena, la verdad!
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