Tashkent… sólo Tashkent
Díficil despedida… alejarse de la capital de nuestros sueños es, con diferencia, de las cosas más complicadas que tuvimos que hacer. Esa eterna sensación de que es la última vez que veremos ese sitio, esos mosaicos, ese Registán… esos mausoleos… Lo recuerdas? Una foto más, por si no tuvisteis bastante en la otra entrada.
Dejar atrás a Akram y su familia… adorables dónde los haya y con quienes recorrimos todo Samarcanda ida y vuelta en más de una ocasión. Ávidos de respuestas y con una curiosidad tan grande como su corazón.
Dejar atrás el Hotel Arba que fue nuestro hogar durante casi una semana, nuestros paseos, lugares favoritos… había tanto que dejar atrás. Y lo íbamos a hacer en tren. Un trayecto corto que nos mandaría directos a Tashkent…
Bajas del tren y te encuentras con una gran urbe tan soviética que no sabes si en vez de un tren has cogido un avión directo a alguna remota ciudad de Rusia. Por primera vez en casi un mes en Uzbekistán, el ruso es el idioma que más oyes por la calle… incluso sus habitantes no parecen uzbekos… El gris se apodera del paisaje imponiendo su criterio, muy lejos de aquellos azules imposibles que decoraban las cúpulas que inundaban el cielo de las distintas ciudades por las que fuiste pasando… ya no hay azul, ni cúpulas, ni mosaico y apenas hay cielo.
No tardas en darte cuenta de que el ritmo es frenético… esa paz y paso lento que tanto te gustó de las ciudades del desierto se han desvanecido aquí… la gente corre arriba, abajo con o sin destino, con o sin tiempo… sólo corren.
Cientos de tiendas, casi todas de falsificación con sus carteles decoran las fachadas de las calles… y entre ellas, por fin encuentras algo que te gusta: un jardín koreano. Cómo en este viaje aún no hemos visto ninguno, decidimos pagar la entrada, eso sí, con un previo 2×1 y entrar a ver algo de colores vivos y alejado del ruido y el infernal tráfico de la ciudad…
Un jardín coqueto, que seguro no impresiona a quién haya viajado al sudeste asiático, pero como aún no es nuestro caso… disfrutamos muchísimo del paseo y del silencio, porque allí estábamos solos!
No lejos de allí hay varias avenidas y plazas, con sus fuentes al más puro estilo soviético y las estatuas de los héroes de la nación… Fuentes terminadas en oro, como no podía ser de otra manera… Muy refrescantes para las altas temperaturas que nos recibieron en la ciudad.
Muy llamativa nos pareció la decoración de los árboles… unas cadenas y unos gatos dorados que trepaban por ellas, y cuyo significado no alcanzamos a comprender… pero nos encantaron!
En otro punto de uno de nuestros muchos paseos, oímos una llamada al rezo… algo inusual y fascinante pues está prohibido que las mezquitas llamen a la oración… pero no es una mezquita, no no… es una iglesia… Ortodoxa!! Evidentemente como no podía ser menos! Otro de los puntos que más nos gustó de la ciudad…
Lo curioso es que toda la misa, la cual duró unas 3 horas y fue enterita en ruso, la cantaron por megafonía… algo inaudito en un país con un 90% de población musulmana… Preguntamos a los vecinos si les molestaba y la respuesta fue una muesca de resignación…
No invertimos mucho más tiempo en hacer turismo… lo que más nos gustó de Tashkent fue su oferta de ocio… inagotable! Restaurantes, cafés, cines, boleras… como la gran ciudad que es, tiene todo aquello que se pueda pedir y más! Y como ya estamos acostumbrados en Asia Central, disfrutan de la decoración de Navidad todo el año!
Nos entretuvimos en curiosear los supermercados y sus precios, algo que nos encanta hacer… Queréis saber lo que valen los danone en Uzbekistán? (Sí sí… hay danone en Uzbekistán… estreñimiento hay en todas partes!!)
Así que nos dejamos llevar por la ciudad y su ritmo durante los 3 días que estuvimos allí en compañía de Ula y su mujer… increíbles anfitriones y mejores personas!
No te asustes… nuestro viaje por Uzbekistán no acaba aquí… aun nos queda una parada muy especial, no sólo por su ubicación geográfica si no por su historia antigua y sobretodo reciente: el valle del Fergana…
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